De Francia a Argentina y de regreso a Alemania
La historia del Malbec en Argentina es una notable que merece ser contada. Originaria de la región de Cahors, en el sudoeste francés, a mediados del siglo XIX llega a Argentina de la mano de Michel Aimé Pouget, un botánico francés contratado por el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento para desarrollar la vitivinicultura en la región cuyana, de la que el mismo Sarmiento provenía.
La filoxera y la oportunidad en Argentina
Coincide, además, con un momento en el que una peste de filoxera devastó una gran superficie de viñedos en Francia, acabando, entre otras variedades, con la del Malbec, que tenía una historia prominente y ancestral en dicho país.
Esta coincidencia es notable también con la historia de nuestro propio país, que justo bajo la presidencia de Sarmiento comenzó a recibir una corriente inmigratoria de distintos países del sudoeste europeo. Al igual que los europeos desencantados que llegaron a Argentina, el Malbec encontró rápidamente una tierra fértil en la cual echar raíces y crecer.
La profesionalización del Malbec
Si bien en un momento el país se enfocó más en la producción de vino de menor calidad y mayor volumen, es a mediados de la década del 90 del siglo XX, bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem, cuando la industria se profesionaliza. La llegada de inversores internacionales actúa como un motor que transforma el negocio. Es precisamente en ese momento en el que el Malbec se vuelve muy popular en Argentina y no para de crecer. Hoy encontramos vides de Malbec en lugares impensados como:
- Patagonia
- Puna
Una historia personal
La historia también tiene un reflejo en la de mi propia familia. Soy bisnieto o tataranieto de inmigrantes que encontraron en Argentina un nuevo lugar para instalarse y desarrollarse. De hecho, la familia por parte de madre llegó a tener una bodega en Mendoza bajo la marca Corinto, y tengo infinitos recuerdos de ir a buscar botellas a un cuarto al lado de la dependencia de servicio que se usaba como bodega.
Del lado de mi padre recibí la introducción a la cultura alemana, y fue él quien sembró en mí su propia vid, con el sueño de que algún día diera frutos y trajera, por qué no, el apellido de regreso a la Alemania de su abuelo. No traje solo el apellido, sino que ahora también voy a traer nuestros vinos. Tengo el objetivo claro de desarrollar y promover el vino y la cultura argentina en Alemania. Y me doy a la tarea con orgullo, pasión y, sobre todo, mucho amor. Porque todo lo que se va, un día regresa. Como las vides de Malbec y como este bisnieto de emigrantes.
Larga vida a 1000malbecs.com
Federico Augspach